Osaka es uno de los lugares más chulos de Japón. Es como la prima más atrevida y relajada de Tokio. La escena gastronómica es increíble: no puedes irte sin probar el famoso takoyaki (bolas de pulpo) o el okonomiyaki (una sabrosa tortita rellena de col, carne y otros ingredientes). Y la comida callejera... vaya, la comida callejera. Encontrarás de todo, desde calamares a la plancha hasta helados con sabor a matcha.
La vida nocturna de Osaka también es de primera categoría. Puedes encontrar desde bares con música en directo hasta discotecas con ritmos atronadores. Y la gente sabe cómo pasárselo bien. No es raro ver a grupos de asalariados (oficinistas) cantando karaoke a pleno pulmón después de una noche de fiesta.
Pero Osaka no es sólo comida y fiesta. También alberga algunas vistas increíbles. El Castillo de Osaka es una visita obligada: es un impresionante ejemplo de la arquitectura tradicional japonesa. Y si te van las compras, Shinsaibashi y Namba son dos zonas que no querrás perderte.
Una de las cosas que más me gustan de Osaka es su peculiaridad. Hay muchas cosas interesantes que descubrir allí. Por ejemplo, la zona de Dotonbori es famosa por sus gigantescos carteles de neón y sus estatuas estrafalarias, como el Hombre Corredor Glico y el Kuidaore Taro (un payaso mecánico gigante que toca el tambor).
Y no nos olvidemos de Universal Studios Japan. Es uno de los mejores parques temáticos del mundo, con atracciones basadas en películas populares como Harry Potter y Parque Jurásico.
En general, Osaka es un destino de visita obligada para cualquiera que viaje a Japón. Lo tiene todo: buena comida, excitante vida nocturna, impresionantes vistas y un encanto peculiar que no encontrarás en ningún otro lugar.